jueves, 4 de septiembre de 2008

Las niñas de Alto Hospicio, no tuvieron al Estado a sus pies...

No son las dictaduras las únicas en violentar los derechos humanos, la democracia también es responsable de la violencia ejercida en contra la mujer. Mientras el Gobierno hoy sirve a los pies de las familias poderosas de Chile, hace 7 años la discriminación ejercida por parte del Estado a un grupo de niñas de los sectores más pobres de nuestro país, terminó por forjar uno de los hechos de sangre más horrendos de nuestra historia republicana. En algún momento nos desconcertó la desaparición de un número de niñas adolescentes en una población precaria y de pocos recursos, Alto Hospicio, localidad junto a la próspera ciudad de Iquique. Es necesario recordar que las autoridades culparon a las víctimas y sus familias, mientras un supuesto asesino “solitario” continuaba con sus matanzas.No me sorprende la denominación de ángeles de las 9 inocentes que murieron el pasado viernes, incluso lo comparto, aunque no de forma demente, porque no creo que el cielo sea de algunos. Lo que no comparto es que ya muertas las niñas de Alto Hospicio no fueron llamadas ángeles sino que mujeres dispuestas a abandonado sus hogares en busca de una vida fácil. En octubre de 2001, una vez capturado el supuesto psicópata, comenzaron a aparecer uno a uno los cuerpos de las pequeñas. Más de una semana duró el proceso del reconocimiento de los cuerpos en el servicio medico legal, siete días más, tuvieron que esperar las adoloridas familias para dar sepultura a sus hijas, cuyos restos fueron exhumados años después tras evidentes errores en la investigación. Graciela Monserrat, Macarena Sánchez Jabré, Sara Gómez, Katherina Arce Rivera, Laura Zola Henríquez, Patricia Edith Palma Valdivia, Katherine Arce, Macarena Montecinos, Melisa Garay Moena y Viviana Garay. Estas mujeres en sus mayorías no superaban los 16 años, llenas de sueños y esperanzas. Quizás creían en un país justo, buscaban oportunidad en una tierra tomada, más solo encontraron muerte a cargo de un Estado discriminador y que rápidamente olvido los efectos del dolor.